lunes, 15 de septiembre de 2008

ME PASO JUGANDO AL RUGBY..Phil Blakeway (Madrid)


Nos visita en esta sección uno de los más ilustres foreros, y colaborador habitual de Zona Rugby, el inefable Phil Blakeway, pozo de sabiduría rugbística, en este post desgrana un sinfín de anécdotas donde repasa su larga carrera de jugador.


Un tipo gordito y más bien grandote para sus trece años suspendía sistemáticamente la odiada Educación Física del "Sanjo" de Valladolid, sin que hubiera mayor esperanza de ir suplicando un aprobado a fin de curso. Era yo. Pero hete aquí que un buen día unos sujetos que respondían a los nombres de Ferrero, Zumel y Clouté me interpelaron en el patio: ¿Qué haces que no estás en el equipo de rugby? Literalmente.


El caso es que necesitados de kilos para la delantera de la categoría, me aseguraron que con certeza comenzaría a aprobar la odiada asignatura. Y así fue, pues a la evidente mejora en el rendimiento en clase iba seguida de la explicación al sorprendido profesor (sí, sí, ese que luego fue entrenador de Balonmano de División de Honor) de que "era del equipo de rugby del Colegio". Así que desde aquellos primeros 80 hasta 2004 en que jugué mi último partido con ficha. Avatares mil en esos años, malos, como la primera lesión seria en 1984 (el traumatólogo: "retírate, ya no vas a poder jugar más con esa rodilla así") y desde luego en los tres tiempos reglamentarios.


Recuerdo un partido en Gijón jugando con el desaparecido León RC (vivía allí en aquel entonces) en que, integrante de una segunda línea más bien bajita, comenté a mi compañero que qué grandes eran los del Sporting, advirtiendo cuando se dieron la vuelta y vimos los números que eran el 1 y el 3, Arcadio y Tuto, dos tipos joviales en el Tercer tiempo subsiguiente.


Por cierto, que en el Norte he disfrutado de los mejores, uno en Avilés en 1985 con calderos gemelos cargados de fabes uno y arroz con leche otro, autoservicio indiscriminado y el que más se sirva más come. Y otro en Estella, esta vez con el equipo de mi Universidad en Madrid: al parecer la mesonera, propietaria de una Venta en la Sierra de Urbasa, no había sido advertida de que unos 50 energúmenos iban a comer allí después de un partido para olvidar, y se lamentó amargamente: "¡si lo llego a saber igual había preparado algo!" cuando sirvió no menos de cuatro primeros y cuatro segundos y otros tantos postres para cada uno. Los pacharanes y las copas inmediatas pospusieron el regreso de la mayor parte del equipo hasta el día siguiente.




En otra ocasión, en el Puerto de Mirabete camino de un partido de fase de ascenso a Cáceres (estuvimos unos años subiendo y bajando) el conductor del autobús se negó a continuar el trayecto si el señor bajito y de bigote no dejaba de dirigirnos en unas cancioncillas que creía -inocente- de dudoso gusto. Era nuestro entrenador y lo único que hizo fue cambiar de repertorio.


Con mi segundo equipo de Madrid recuerdo uno de los más memorables terceros tiempos, al que pasamos sin primero ni segundo, pues el invierno estaba siendo duro en el centro de Inglaterra y nos refugiamos en el Club House de nuestros anfitriones, ya que el referee dijo, frente a las protestas de todo el mundo, que así no se podía jugar. Así que comenzamos el tercer tiempo alrededor de las 11.30 de la mañana y lo acabamos cuando nuestro presidente, un inefable lagarto, decidió que las cosas podían evolucionar mal: hasta el presidente del club local, que era juez de la localidad, llevaba una intoxicación considerable. El caso es que nos fuimos de allí y los que pudieron, que de los españoles fuimos casi todos, aun derrotamos a los ingleses en varias competiciones al uso. O eso creo.


Aunque para anécdota curiosa en giras, una a Holanda (allí vi a un segunda línea del equipo de Groninga al que apodamos "el feo" dormir después de un tercer tiempo dentro de las protecciones descolgadas de los palos).

El caso es que uno de los equipos que participaba en el torneo venía desde Bélgica y al parecer no había reunido a demasiados jugadores, aunque tras los palos estaban calentando quince justitos. Yo, que entonces jugaba de pilier izquierdo, veía a mi talonador mirar insistentemente hacia los contrarios, y acabé preguntándole qué que pasaba, a lo que me respondió que creía que el talona belga tenía "tetas"... que hablara con el árbitro, que él se negaba a jugar así. Sin mis gafas no veo demasiado de lejos (problemas en los saques de centro) así que fuí con el capitán a hablar con el árbitro y comentarle nuestra duda. El referee, que era inglés, no salía de su asombro y convocó al capitán belga, que nos confesó que no sólo "el" talona, sino también "un" ala y "un" flanker, que por favor les dejáramos jugar que les hacía ilusión y así completaban los quince. Las tres jugaron sólo un ratito, porque al final acordamos que unos alemanes les prestaran tres de los suyos.

En esa ocasión llegamos a la final, que perdimos con el Heidelberg RC( delanteros enormes y tres cuartos franceses).

En fin no me voy a extender más para no copar tu espacio, porque anécdotas del equipo de veteranos de la Universidad, los llamados OWG, hay para no acabar. Otra vez será.

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