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Ya era media tarde y el sol empezaba a esconderse por el horizonte. Soplaba la brisa y apenas quedaban unos chavales jugueteando por el campo. Sobre el césped amarillo paseaban cansinamente, sin prisa, ausentes del tiempo y del espacio dos hombres de mediana edad, figura recia y ademán austero. Poseían la mirada limpia y el rostro curtido de quien ha librado mil batallas.
- Tú, porque no te acuerdas ya y andas peor de memoria que yo, pero aquel año os ganamos los dos derbys y de paliza y de paso os quitamos la Liga.
- Ya, pero en la Copa nos desquitamos. Lo recuerdo perfectamente porque me fastidiaste los ligamentos de la rodilla cuando me caíste encima, ¿te acuerdas también de eso?
- Sí, hombre sí, que todavía andas medio cojo desde entonces.
No se veían muy a menudo, pero mantenían amistad desde su juventud, como con tantos otros de su época. Conservaban ese orgullo modesto que da a los grandes hombres saberse pioneros en lo suyo; quizá por eso, aunque sin jactarse demasiado, consideraban que el rugby de su tiempo era más estético y preciosista que el actual, que lo valoraban demasiado profesionalizado a base de fuerza y empuje. En el fondo eran unos nostálgicos. Unos románticos.
2 comentarios:
joder, me he emocionado mientras lo leia, y mi sra.tambien y eso que no entiende ni papa de rugby, enhorabuena.
Simplemente... precioso.
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