
Se pueden escribir millones de historias sobre el rugby, cien mil tópicos vienen a la cabeza de cualquier aficionado y todos ellos emocionan de algún modo cuando son recordados. Pero cuando de verdad se eriza el vello y uno entiende la esencia de este deporte es cuando se vive en directo en un histórico campo de batalla.
Esta noche de marzo invita a
El tumulto de aficionados en la puerta, alegres y apasionados por sus colores sube las escaleras de hormigón anchas y desnudas que se asoman al mítico césped que Serge Blanco hizo inexpugnable, al campo en el que un pueblo vuelca su peculiaridad y su orgullo en las batallas del oval ante los grandes de Europa, el Stade Aguilera. El añejo campo con sus dos gradas contrapuestas y desprotegido del agresivo viento marino que en noches como esta muestra su aspecto más temible para los treinta hombres que se van a enfrentar sobre la hierba inundada...
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